lunes, 17 de noviembre de 2014

DEJÉMONOS DE HIPOCRECÍAS


 HECHO POR UN ANÓNIMO

Fue solo cuestión de un instante, de una mirada, para que tantos años de distancia se resumieran en un simple y llano sentimiento. No te puedo negar que la espera fue larga y un tanto amarga entre decepciones y desengaños de este camino trivial y mundano al que se le dedican las mayores odas desde tiempos tempranos. Éste camino, armado de concepciones distorsionadas va dejando almas en pena a su paso, almas que no soportaron el dolor de tantos años de lucha en un guerra que con el paso de los tiempos va perdiendo sentido; otras almas son más luchadoras y batallan incesantemente en búsqueda  de un sueño anhelado al que dotan de felicidad infinita, pero una vez alcanzada la meta comprenden que la felicidad es un vaivén incesante que algunas veces decide tocar a la puerta de la vida y hacerle una corta visita. No sé quién soy,  he tropezado con las piedras y he caído sobre pozos profundos, no soy alma luchadora, eso es seguro, sin embargo tampoco me ahogo en los ríos de lagrimas que bordan el camino, tal vez sea alma soñadora, no lo sé. 

Aunque te encontré, sigo sin encontrarme completamente, las cosas jamás son como las pintan y la luz al final del camino puede aparecen incluso sin haber encontrado tu luz propia y de eso soy testigo yo y todos aquellos que alguna vez decidieron comenzar ese duro y arduo proceso de recorrer el propio camino. Trato de comprenderte, pero cada día te me haces un ser más complejo, lleno de emociones cambiantes, de alegrías y tristezas, de altos y bajos y de profundos intermedios difíciles de tolerar ¿cómo es posible tanta complejidad en 1,72 de estatura y no más de 68 kilogramos? Y luego comprendo que dedico mis pensamientos horas y horas en históricas cruzadas para descifrar tus secretos, negándome el hecho de que aun tras 20 años de análisis e investigaciones, de noches enteras frente a un escritorio, al lado de una ventana o simplemente bajo las cobijas me ha sido imposible descubrir mi propio tesoro.

Que ingenuos somos los seres humanos, demasiado optimistas en mi opinión, fascinados con el mundo externo y todo aquello que va más allá de nuestro propio entendimiento; años dedicados a crear obras magnificas que intentan explicar todo un conjunto social de desenvolvimiento, pero aquel momento en que nos encontramos solos con nuestro propio entendimiento, sentimos tanto pavor que preferimos salir corriendo a los brazos de otro que creemos, comprenderá más lo que sentimos que nosotros mismos;  No eres eso para mí, no solo unos brazos ni un paño de lagrimas, tampoco un muro de los lamentos ni mi psicólogo personal, no eres mi escape de la realidad ni mi oportunidad de nuevos horizontes, mucho menos eres mi mundano reflejo ni un amigo de consuelo, no eres nada de eso; Fue solo cuestión de un instante, de una mirada, para que tantos años de distancia se resumieran en un simple y llano sentimiento, mi compañero para labrar este camino de entendimiento, uno junto al otro sin vergüenzas y con desencuentros.

¿Sabes una cosa? Te propongo dejarnos de tanta hipocresía, pero no solo a ti, sino también a todo aquel que encuentre algún valor en éstas palabras de  mujer enamorada, que aunque cegada por un ininteligible sentimiento de incitadas batallas, suficientemente consciente de que éste y no otro es nuestro camino correcto. 



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