Un día un
hombre se acerca a una mujer hermosa a preguntarle si ella podría ayudarle a plasmar
con hermosas palabras la belleza de una mujer a la cual él quiere conquistar.
La mujer amablemente saca un cuadernillo y un lápiz
mientras le sonríe a aquel completo extraño, invita a este hombre a sentarse en
su mesa y le pide amablemente que describa esa hermosa mujer por la cual él se desvela,
aquel hombre entre miradas perdidas y suspiros empieza a describir a su amor.
-Su cabello, su cabello rubio es como el oro
que posee una mujer en sus delicadas manos en forma de anillo de compromiso,
como algo que aprecias diariamente y quieres palpar constantemente para sentirse vivo.
-Sus ojos azules son las piedras más perfectas
y llamativas que un anillo pudiese tener en la vida; cuando el sol da un cálido
rayo de luz sobre ellos, sientes como sus destellos marcan tu memoria, nunca
quieres olvidar que por esos ojos podrías morir, pero morir de amor.
-Sus labios rojos son rosas llamativas y únicas
que evocan pasión y deseo.
-Su piel es tan suave y tersa que ni los pétalos
de una rosa se comparan con la magnificencia de su piel; su piel tiene un olor
suave pero penetrante, el cual me hace desear que ella siempre deje una huella,
un camino en mí.
Después de
diez minutos inspiradores donde aquel hombre expreso todo el amor que tenía en
su interior, el cual fue plasmado en un papel en blanco, el cual ahora está lleno de vida y color por deseos y pasiones
ocultas, las cuales en cualquier momento serian algo histórico en la vida de aquel hombre.
Aquella mujer
del café dejo descansar su lápiz a un
costado de la mesa, después de plasmar e imaginar toda una romántica historia,
con el propósito de que cuando la chica leyera la carta quedase completamente
enamorada.
La mujer
del café miro profundamente con dulzura al hombre que le pidió hacer de su amor
una historia y le entrega la carta con prontitud deseándole suerte.
El reloj no
pudo detener al hombre enamorado que con prisa iba en busca de su enamorada
para declararle su amor, pero en medio del camino recuerda aquella mujer del café
que con amabilidad hizo de su vida un motivo, una esperanza; él sabía que había
tenido una conexión inexplicable con aquella mujer; se detiene para recordarla,
cierra sus ojos, respira profundo, aprieta la carta fuertemente y sale
corriendo; llega al café detalla la poeta desde el cristal; ella sostenía con
ambas manos la taza de café mientras tenía una mirada perdida y pensativa;
aquel hombre entra al café con prontitud, mira fijamente a la mujer con la taza
en las manos, rodea con sus manos el rostro de la poeta y le dice cerca de su
rostro:
“El amor es para aquellos con corazón abierto
que no tienen miedo de enamorar y hacer feliz a los demás con las letras”
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